Los de allá al norte de Europa le encontraron una vuelta al límite del policial. Algo en la estética de sus paisajes y de los gestos de los habitantes de las regiones frías y nubladas del norte colabora con la conformación de un relato que se solidificó en los últimos cinco o seis años. Y gracias a Netflix, claro, que donde pone el ojo, pone la bala.
El Caso Hartung es uno más de una serie interminable. Pero que no llega al estatus de muchos otros. Quizás porque hace mucho que no aparecía uno tan fogoneado igual logró captar la atención de los netflixvidentes.
Se trata de un asesino en serie. Esta vez, a diferencia de otras, el peso psicológico no está puesto -tanto- en los investigadores y víctimas sino, clásicamente, en el criminal. Igual que tampoco, como venía sucediendo, la cuestión política que daba un carácter social a la circunstancia, si bien aparece, no pesa más que en la construcción de un territorio narrativo simple.
Igual es bienvenida. Pocos capítulos. Todos contundentes. Y un relato que confunde lo necesario. Un personaje que crece y se vuelve central. Y unos muñequitos bastante espeluznantes logran un combo de maratón.
