La batalla
En estas notas siempre tratamos exponer que esta actualidad de la proyección de producciones audiovisuales está en plena lucha. Entre las grandes compañías que intentan acaparar los mercados de streaming y entre ellas y las clásicas formas de proyección, sea la televisión tradicional o las salas de cine de toda la vida; incluso también en la producción de obras poniendo mucho dinero a disposición de creadores inesperados.
Así, vimos muchas cosas novedosas en estos últimos años: el florecimiento de producciones de países que no esperábamos ver en forma masiva, estrenos con una frecuencia y cantidad inesperadas, de modo que la oferta de productos de grandes audiencias comenzó a tender al infinito.
Paralelamente, los nuevos monstruos del capital audiovisual comenzaron, con sus millones de dólares y sus cientos de abogados, a buscar la forma de apropiarse de espacios que ya estaban establecidos para revalorizarlos o capitalizarlos para su propio beneficio.
Friends para todes

Friends no es cualquier serie. Es uno de los íconos de un movimiento yankie de producción de programas televisivos que se denominó sitcoms. Y no sólo un ícono, sino una de las series más vistas de todos los tiempos. Quien no haya tenido el gusto de verla, es absolutamente recomendable que empiecen ahora (antes de que se vaya de Netflix) a conocer no sólo una serie icónica, sino una muy buena y divertida manera de hacer humor que, a veces pacatamente, intenta mechar temas sociales de una manera torpe, pero que buscaron leer algunos signos de la época.

Una comedia de situación que ya no existe, que se emparenta a otras grandes como Senfield o The Office que, generalmente a través del ridículo, busca tocar una cuerda del humor un poco fácil, pero que fue un indispensable movimiento para establecer la popularidad del formato serie en todo el mundo, hoy moneda corriente.
Corolario
Otra cosa que siempre intentamos dejar claro en estas notas es que, a pesar de lo dicho y del panorama sombrío que ofrece esta batalla por la cultura del cine y sus consecuencias terribles para trabajadores y trabajadoras, para la producción independiente de bajo presupuesto, para las salas de proyección que ya van perdiendo vigencia, el cine -todo forma de creación audiovisual- siempre tiene otro costado. Un margen en el que se hace y se innova sin la presión aunque con la opresión de estos terribles actores que nos dicen qué ver.
Así, en la rebeldía, en la búsqueda de qué hacer y qué ver, en los portales que se tienen que escapar de las leyes para ofrecernos de modo gratuito lo que ellos pretenden que sea pago, en el trabajo hermoso y invalorable de gran cantidad de piratas informáticos que desde la existencia de internet intentan difundir todo lo que hay, allí, está puesta nuestra brújula. Que no nos engañen las grandilocuencias del capital. El cine no les pertenece.