El 4 de septiembre se va a estrenar la nueva de Charlie Kaufman, por Netflix. El tipo que con sus relatos laberínticos construyó una marca en el cine de principios de siglo. En el cine de las grandes productoras, en ese de los millones de dólares; siempre sabemos que por afuera de ese circuito tremendo y masivo hay otras cosas, otro cine, otras formas. Ojo, a lo mejor la marca que dejó no fue en el cine sino en algunos espectadores, entre los que me incluyo.

Mínimo repaso
Kaufman es escritor, guionista. Ahora también director. Allá por el final del siglo pasado irrumpía, de la mano de un tipo que venía del palo del videoclip, Spike Jonze, con un golpe a la mandíbula del relato tradicional: Being John Malkovich, con un edificio que tenía un piso loco entre el séptimo y el octavo en el que existía un portal hacia el la conciencia de John Malkovich. Luego vino Adaptation, con la autorreferencialidad duplicada en el mejor papel de la carrera de Nicolas Cage y un Chris Cooper inolvidable, donde lo que se mete adentro de algo es la propia película en el interior de la escritura del guión de la película. Dos obras que son realmente fractales, idea que retoma con Philip Seymour Hoffman en Synecdoche New York, con una ciudad adentro de una ciudad adentro de una ciudad. Sin olvidar, claro, a la deliciosa Eternal sunshine of the spotless mind, donde los recovecos eran los de la memoria.
Pensando en terminar
Cuando vi el trailer, ésa última referencia -Eternal sunshine…- se impuso en los primeros segundos, apenas dos o tres, hasta que ella, Jessie Buckley, dice, en medio de un monólogo interno, “i’m thinking of ending things”. Y todo cambia. Ella, sumada a Jesse Plemons, David Thewlis y Toni Collette protagonizan este estreno que para mí es fiesta, promesa y susto.

Fiesta porque celebro que un talento del tamaño de Kaufman siga ahí, escribiendo, y que sus estructuras y sub y superestructuras discursivas y existenciales se sigan transformando en cine. Promesa, porque su filmografía es tan contundente y sólida como para saber no qué vamos a ver, sino otra cosa, una cuerda neurótica y surreal -en proporciones inesperadas pero infaltables-, una que intenta, con o sin éxito, hurgar en la conciencia de sí y del mundo -de Kaufman y de los personajes y del espectador indistintamente-. Susto de ver cómo el nuevo mercado se come también a los que admiro, de darme cuenta de que despotrique todo lo que despotrique contra Netflix y sus soldados análogos, esta vez me tienen, y que voy a esperar el estreno como si estuviera yendo al cine, como hace mucho que no me pasa. Y eso tiene algo de siniestro, pero al revés.
Kaufman para todos

Ahí estaremos, recibiendo con muchas ganas a Kaufman. Estaremos prendidos a Netflix los que podamos. Y espero que para los otros, o sea para todos, rápidamente nuestras queridas y queridos piratas distribuyan equitativamente este estreno, sin precio, pero con el valor que tiene el hecho de que algo hecho para un mercado, lo salte rompiendo las compuertas financieras y, como un aluvión, llenen los ojos con cine.