Todo cambia
Es de esperar que, ante cualquier cambio cultural, las legislaciones de los estados se transformen acompañando la nueva configuración de las cosas. Que, por ejemplo, algo que en determinada circunstancia tecnológica, estaba prohibido, deje de estarlo.
Es un hecho que el cine -el cine y las variadísimas producciones audiovisuales- están en pleno giro. No es una novedad en esta columna hablar de la disputa que está teniendo lugar en la “industria“: con Netflix a la cabeza, el desarrollo de las plataformas de streaming, tanto en su cara de proyección y distribución como en su faceta de productoras, están ampliando su poder sobre el mercado, es decir, le están copando la parada a las “grandes productoras” tradicionales.

Pandemia mediante -a riesgo de ser repetitivo- las cosas se fueron afirmando en favor de los medios virtuales: las salas cerradas y espectadores y espectadoras cautivos de la conectividad, deseosos de seguir viendo cine, no tuvimos chance.
La ley
Un aparente intento de actualización de la legislación estadounidense parece sumar un poroto más, quién sabe en qué sentido: una vieja ley antimonopólica que prohibía a las productoras ser propietarias de salas de exhibición, ha sido derogada.
Un día de estos, las acciones bursátiles de las cadenas de proyección de aquel país colonialista, subieron vertiginosamente, a pesar de la endeble situación económica y de futuro incierto. Es que los movimientos comenzaron. Los rumores de que los grandes nuevos jugadores comenzarían a comprar desaforadamente salas, fueron creciendo.

Mainstream
Si ya cuesta salirse del espectro mainstream que se ensancha cada vez más, sea porque producen en serie una locura de estrenos por mes, sea porque van sembrando dinero en pequeñas productoras antes independientes -imponiendo sus criterios, como el FMI- para que produzcan en su nombre, si copan también las salas de proyección, no sólo ganarán la batalla épica por el gran consumo masivo, sino que terminarán de destruir o fagocitar a las pequeñas productoras de cine independiente que ya no tendrán dónde mostrar sus trabajos.

Ya lo están haciendo. Sus inescrupulosos contrincantes lo hicieron por décadas. Y, aunque no creo que esto sea una estocada final, porque el cine es otra cosa y sucede igual y a pesar de, no dejemos de estar alerta. Mientras ellos se sacan los dólares, nos cierran todas las puertas que pueden y les ponen un cartel indicando el dinero que les debemos y cuánto tenemos que agradecerles por hacernos llegar lo que, en realidad, nos imponen.